jueves, 21 de enero de 2010

CCLIX. Saer.

Estas conclusiones nos dejan doblemente perplejos si tenemos en cuenta que su autor, en el párrafo siguiente, dos líneas más abajo, menciona la terrible tormenta eléctirca del 21 de enero de 1793, en la que cayeron 39 rayos en Buenos Aires, matando a 19 personas, "mientras que el país más civilizado de Europa era sacudido por las tempestades políticas"2.

2. El 21 de enero de 1793 tuvo lugar la decapitación de Luis XVI. Podríamos considerar una posible relación causal entre la ejecución el monarca y la tormenta eléctrica en el Río de la Plata, semejante a los disturbios meteorológicos que desencadenó la crucifición de Cristo. Desde un punto de vista simbólico, es obvio que el deicidio y regicidio, en ciertas sociedades, perturban a tal punto el orden social, que esa perturbación alcanza también al orden natural. Pero algún pensador nacionalista (estos dos terminos no siempre son contradictorios) podría observar que, en tanto que los trastornos metorológicos causados por el deicidio ocurrieron en el lugar mismo del crimen, perjudicando a sus responsables, los 39 rayos del regicidio cayeron a 14.ooo kilómetros de la Place de la Concorde, y que las 19 victimas carbonizadas no habían ni siquiera deseado, o en todo caso ni instigado, la decapitación ni participado en ella, lo cual vendría a inaugurar, junto con la era buruesa, una distribuicón poco equitativa de la ira divina: los crímenes se comenten en la metrópoli, en tanto que las represalias, según una curiosa división del trabajo, se ejercen en el área colonial.

Juan José Saer - El río sin orillas.