lunes, 14 de febrero de 2011

CDLIII. Levrero.

Carmody lanzó una maldición y sumó nerviosamente la bocina de su coche al coro de bocinas que, como un lamento y un reclamo, se elevaba en un amplio radio -apenas una descarga nerviosa por completo inútil, ya que no atudaba a desatascar la aglomeración y, por otra parte, el sistema nervioso era realimentado nuevamente en sus tensiones con una carga aun más potente, al comprobar que la situación seguía incambiada y al recibir la descarga agresiva de todos los otros conductores.

Mario Levrero - La Banda del Ciempiés.

1 comentario:

g. dijo...

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Este fue mi segundo libro del año, lo liquidé en un par de días.
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Es interesante, es un libro que va y viene. Al principio parece tener una estructura cerrada y clásica.
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Luego el libro se va abriendo. Las historias (En más o menos 200 hojas) se abren, y se empiezan a abrir por demás, para no cerrarse.
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Aparecen personajes, aparecen tramas, se empieza a mover. La novela es un chiste, es un chiste narrativo, digamos que una parodia del género.
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Está bueno que nada termina de cerrar, y que luego al final de la novela el escritor se queje que nada termina de cerrar.
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Me pareció entretenido y un trabajo interesante. Para mí, es lo peor que le leí a Levrero, pero eso no significa nada.
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Es como una parodia a todas las novelas policiales, de espionaje y por ese rumbo. La estructura es lo más importante en esos géneros, se cumplen ciertas reglas y el relato se llena. Es como un asiento, está el esqueleto y después el tipo le pone espuma o algodon, o qué sé yo, lo recubre de pana, de cuero, o algún otro. La silla es silla porque cumple su función pero la silla es diferente a las demás sillas.
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Esto está bueno porque es una novela coartada, todo está ahí, mas la explicación del final, cuando se devela el gran misterio, eso no está.
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Eso.
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No más.
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