viernes, 6 de abril de 2012

DXXXIII. Conti.

Sus hombres, los hombres de este río, este hombre que ahora obeserva las aguas con sus ojos de pez moribumdo suspendidos sobre ellas como dos espejuelos suspendidos en el aire, son en todo semejantes a él. Por eso todavía sobreviven. Por eso parecen tan viejos y lejanos y solitarios. No aman el río exactamente, sino que no pueden vivir sin él. Son tan lentos y constantes como el río. Y, sobre todo, son tan indiferentes como el río. Parecen entender que ellos forman parte de un todo inexorable que marcha animado por cierta fatalidad. Y no se rebelan por nada. Cuando el río destruye sus chozas y sus embarcaciones y hasta a ellos mismos. Por eso también parecen malos.


Haroldo Conti - Sudeste.

1 comentario:

g. dijo...

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Este libro lo leí hace muchísimo tiempo, lo compré de prepo, no recuerdo cuál había sido la razón.
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No recuerdo mucho de la historia, pero la prosa me había parecido poesía.
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La novela me había gustado y todavía guardo imagenes provistas por la lectura del libro. Lo más lindo de todo, es que el tiempo las hizo tan difusas que son aún más lindas. Inenarrablemente lindas.
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