lunes, 21 de mayo de 2012

DXL.Kees.

ROBINSON AT HOME

Curtains drawn back, the door ajar.
All winter long, it seemed, a darkening
Began. But now the moonlight and the odors of the street
Conspire and combine toward one community.

These are the rooms of Robinson.
Bleached, wan, and colorless this light, as though
All the blurred daybreaks of the spring
Found an asylum here, perhaps for Robinson alone,

Who sleeps. Were there more music sifted through the floors
And moonlight of a different kind,
He might awake to hear the news at ten,
Which will be shocking, moderately.

This sleep is from exhaustion, but his old desire
To die like this has known a lessening.
Now there is only this coldness that he has to wear.
But not in sleep.—Observant scholar, traveller,

Or uncouth bearded figure squatting in a cave,
A keen-eyed sniper on the barricades,
A heretic in catacombs, a famed roué,
A beggar on the streets, the confidant of Popes—

All these are Robinson in sleep, who mumbles as he turns,
“There is something in this madhouse that I symbolize—
This city—nightmare—black—”
He wakes in sweat
To the terrible moonlight and what might be
Silence. It drones like wires far beyond the roofs,
And the long curtains blow into the room.


Weldon Kees - Collected Poems of Weldon Kees.

1 comentario:

g. dijo...

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ROBINSON EN CASA.

Las cortinas abiertas y la puerta entornada.
Todo el invierno pareció que un oscurecimiento
comenzaba. Ahora, sin embargo, el brillo de la luna y los olores de la calle
conspiran, combinándose en una única cosa.

He aquí los cuartos donde vive Robinson.
Esta luz mortecina, descolorida y pálida,
como si acá se hubieran refugiado todos esos borrosos
amaneceres de la primavera, tal vez únicamente para Robinson.

Que ahora duerme. Si acaso se filtrara por los pisos más música,
o la luna brillara con diferente luz,
quizá despertaría para oír el noticiero de las diez,
en el que se hablará de cosas espantosas, moderadamente.

Duerme por el cansancio, pero aquel viejo deseo suyo de morir así
ha disminuido un poco. Ahora solo le queda esa frialdad
que debe llevar puesta. Pero no mientras duerme. Riguroso académico, viajero,

o rústica figura barbuda y en cuclillas en medio de una cueva,
un francotirador de mirada de lince en una barricada,
un hereje encerrado en una catacumba, un libertino célebre,
un mendigo en la calle, el confidente de los Papas,

todos esos es Robinson en sueños, quien mientras se da vuelta
en la cama masculla: “Hay algo en este manicomio
de lo que yo soy símbolo. Esta ciudad. Oscura. Pesadilla.”
Se despierta bañado de sudor
y de la luz terrible de la luna. Oye algo que podría ser silencio:
zumba como los cables allá lejos, sobre las azoteas,
y el viento embolsa las cortinas y las hace flamear dentro del cuarto.


Versión de Ezequiel Zaidenwerg