Me siento más abyecto, más abajo en la escala de las inteligencias que esos agentes de la seguridad, imaginados por los novelistas modernos, agentes que han adquirido sus métodos en la lectura de las novelas de Edgar Poe ó de Conan Doyle. ¡Ah, agentes literarios, que edificáis montañas de estupidez con un paso marcado en la arena, con el dibujo de una mano estampado en la pared! ¡A ti, Federico Larsan! ¡á ti, pesquisante literario, Sherlock Holmes te hará hacer tonterías! tonterías de razonamiento más enormes que las que se leen en los libros... Te harán arrestar un inocente... Con tu método á lo Conan Doyle, has convencido al juez de instrucción, al jefe de seguridad, á todo el mundo... Estás esperando una última prueba... ¡una prueba definitiva!... ¡Di una primer prueba, desgraciado! Todo lo que proporcionan los sentidos, no se puede ser una prueba... yo también me he incilinado sobre los rastros sensibles, pero para pedirles que entraran en el círculo que había trazado mi razón. ¡Ah! tantas veces el círculo fué tan estrecho, tan estrecho... Pero por estrecho que fuese era inmenso, porque sólo conteína la verdad!... ¡Sí, sí, lo juro! Los rastros visibles sólo han sido mis fámulos, nunca mis señores... Nunca han hecho de mí esa cosa monstruosa, más terrible que un hombre sin ojos: un hombre que ve al revéz! ¡Y ahí tienes por qué trinfaré de tu error y de tu cogitación animal, ¡oh Federico Larsan!
Gastón Leroux - El misterio del cuarto amarillo.