lunes, 11 de abril de 2011

CDLIII. Flaubert.

Se dejaba mecer por las melodías y se sentía vibrar ella misma con todo su ser, como si los arcos de los violines se pasearan por sus nervios.

Gustave Flaubert - Madame Bovary.

1 comentario:

g. dijo...

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Si alguien ve Berlin Alexanderplatz de Alfred Döblin, me pega un tubazo, me dice dónde y cuánto (No es cuestión de que me manden el link de cuspide, porque ahí ya me fijé, está y todo, pero...).
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Ay, Emma. Todo lo que podría hablar de vos. Ay, Emma, muchacha infiel, muchacha en busca del amor. Muchacha casada tarada y sin ninguna idea de conocimiento financiero.
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Ay, Emma, suicidio imbecil sin romanticismo, con miedo a las deudas y al no poder vivir como quería. Ay Emma. Tu tarado de Carlos, tu imbecil Rodolfo, tu joven Leon. Ay Emma. Qué mal me caiste, qué mal me cayeron todos los personajes.
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Ay, el bueno de Homais, el único que me cayó bien, porque él sabe qué es. No como todos los demás que deambulan (Salvo Rodolfo, claro, el tipo sabe, pero es forro). Son todos forros en realidad, todos son forros. Todos son egoistas.
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Ay, Emma. Tu primera vez con Leon en la carroza, gracias Gustave por eso, uno de los momentos literarios grossos, debo admitir. No será la magdalena y el té de Proust, pero tiene mucho de lo suyo.
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Para qué hablar de Madame Bovary, si ya todos sabemos que es infiel y suicida. Aunque no es suicida porque es infiel, sino por sus pagarés voladores, ¿no?
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