A mis amigos soviéticos, la burocracia argentina les resultaba fácil. Hacían trámites larguísimos sin decir una sola palabra de queja ates, durante o después. Volodia incluso estaba muy cerca de obtener el pasaporte argentino. Tenían una habilidad increíble para encontrar las fisuras del sistema. Y no dudaban. Por ejemplo, si para conseguir la residencia se tenían que casar con alguien por civil, lo hacían. Comparados con el porteño tipo, que se indigna o se pone nervioso si tiene que pagar una cuenta de luz, eran increíbles. Desplegaban una paciencia y una convicción blindadas y completamente a prueba de la imbecilidad y la pereza del empleado público medio.
Carbonero.
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Negro de cabeza a la cintura
El jean lleno de carbonilla
Se acerca al semi lleno de bultos
Apilados uno encima del otro
En una sucesión fínita de carbón.
Su ...
Hace 6 años
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