martes, 22 de marzo de 2011

CDXLVI. Calvino.

...observar con un poco de aprensión el número de páginas, la vastedad de los capítulos, después entrar en ellos: un poco reticente al principio, sin ganas de hacer el primer esfuerzo de recordar los nombres, de seguir el hilo de la historia, después confiar en ellos, deslizándose por los renglones, atravesando el enrejado de la página uniforme, y más allá de los caracteres de plomo aparecía entonces la llama y el fuego de la batalla y la bala silbando en el cielo...

Italo Calvino - La aventura de un lector.

4 comentarios:

g. dijo...

*-*
Estoy... Estoy licuado de ideas, no sé qué poner en estas líneas, si algo debería haber, pues no debería ser esto que estoy escribiendo.
-*-
Puesto que no hay inicio y no hay final, nos podemos encontrar en un café o un helado, helados de momentos, puesto que frizamos todo en el pasado, con eso quisimos que el futuro sea nuestro, pero sólo conseguimos que el presente sea eterno.
*-*
Pero en algún momento te parás, te cambias de silla. Dejás la amarilla y me mirás desde la azul. Me decís palabras dulces, como "no se me entiende porque hablo vomitando conejitos" o "no se me entiende porque no me escuchas cuando no vomito conejitos". Y se mueve, entre movimientos dejados y canciones que salen por la radio.
-*-
Pero confío en que haya fuego y llamas, y entre nuestro medio hay un campo de batalla. Mis movimientos son lentos y pensados, los tuyos, son rápidos, sin pensamiento, sólo sentimiento. Así mis ejercitos te atacan de frente, intentando envolver. Tu caballería está detrás de mis líneas, y me doy cuenta que ya no hay retorno. Mis ejercitos caeran y mi imperio será tuyo, tendrás tu victoria pírrica.
-*-
Y yo volveré sobre mis pasos, volveré a ese campo, mientras tu ejercito no está del todo rearmado. Mi Austerlizt, mi Waterloo, mi Borodino. Ahí, en la mesa, mientras te cambias de silla. Yo soy la pelota que va para adelante, y vos sos León que sabe que estoy haciendo. Soy Kutuzov, soy Napoleón, soy Murat.
-*-
Suenan los cañonazos de 1812. Te escucho, te movés, te sacás el vestido y te quedás viva delante de mí. Mis ejercitos intentan rodearte, o arrazar tu centro, intentar entrar y cortar tu ejercito al medio. Intento y mando olas y olas de fusileros, soldados, la artilerría se mueve; pero vos resistis. Vos estás hecha para resistir. Vos sos la que no abdica, que nunca se rinde, la que no se priva.
-*-
E intento. Te grito. Soy Napoleón, soy Kutuzov, soy Murat. pero vos silbás, mientras las balas pasan por el cielo. En la luna, me decís, soy Nelson. Y yo sé que por el mar no te puedo tomar. Soy un hombre de tierra, y miro las olas. Sé que por ahí te podrás alejar. Oh, maldita Trafalgar, morirás, una bala atravesará tu corazón, sin ojo, sin brazo.
-*-
Y mi esfuerzo es fútil. Nadie se atreve a llegar a estas líneas. La vida sigue, y la lucha es continúa. Te imagino todavía en la mesa, con una ginebra o un vermouth. Tu bovarismo, tu terquedad, tu falta de sentido, tus oídos perfectos, tu amor sensible, tu boca suave y tus brazos abiertos. Vos, que me tratas como a un amante, como a un esposo, como a un todo.
*-*
Sin espías, tus movimientos llegan a mí, desde la colina miro. Escucho los vituperios del zar, los insultos del reich, los caprichos del rey. Te siento, allá, del otro lado de los campos de marte. Te veo sin final, en un eterno devenir de movimientos.
-*-
Alguna vez me dijiste que el tiempo no existiría si nosotros no pudieramos sentirlo. Y yo ahora siento todo el tiempo sobre mis hombros, sobre mi pecho, sobre mi alma. El tiempo que me toma mover a mis ejercitos. Vos, almirante rojo, capitán blanco, general azul, allá, hermosa, mi vida. Y yo acá, horrorosa, mi muerte.
*-*
Mis mosqueteros me protegen como a un Luis XVI, pero todos sabén que la República está viva, todos cantan la Marsellesa. Y yo te miro, y sonreís como uno de los Robespierre. El terror que le tengo a tu mirada, el terror a tu corazón, y tu sonrisa en tu rostro. Así, vos serás la salvación pública y yo seré el antiguo régimen. Vos serás esto que pasa y yo seré el pasado helado.
*-*
A esto hemos llegado.
-*-

Gustavo dijo...

Tomá más de este licuado de ideas: te hace escribir genial.

blasblog dijo...

momentos helados y de cafè en atmòsferas victorianas y Napoleònicas; nada mal.
un saludo
Blas

Luna dijo...

Recuerdo estar en un banco, al sol, frente al mar, leyendo esto de Calvino, con música en mis oídos y el celular vibrando a causa de los mensajes. Una extaña sensación de felicidad.

Besos