martes, 28 de diciembre de 2010

CDXLVI. Conrad.

Ningún hombre triunfa en todo lo que se emprende. En ese sentido somos todos unos fracasados. Lo importante es no desfallecer en el intento de organizar y mantener el esfuerzo de nuestra vida. Y en esto, lo que nos empuja adelante es la vanidad. Nos precipita a situaciones en las cuales resultamos perjudicados, y sólo el orgullo es nuestra salvaguarda, tanto por la reserva que impone sobre la elección de nuestra conducta, como por la virtud de su poder de resistencia.

Joseph Conrad - El duelo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hombre...tiene razón, pero coincidirás que de la teoría a la práctica hay un trecho.
Pero volviendo...tiene razón.

g. dijo...

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Quizá el duelo más genial -literario- sea el de Settembrini y Leo Naphta. Porque más allá del desenlance en un duelo propiamente dicho, desde que aparece Naphta en La Montaña Mágica empieza el duelo entre ambos personajes. Hasta que llegan a las armas, en ese capítulo donde muchos en la montaña parecen ir a duelo.
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También hay un duelo muy largo, pero no propiamente dicho, entre un par de personajes en un cuento de G. Rosa de Sagarama. Tal vez ese sea el duelo más largo del sertón. Ese cuento me gustó muchísimo, recuerdo.
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En el primer duelo, el de Mann, es más bien un debate sobre ideas que llega hasta el punto de quiebre entre ambas (Luego viene la Primera Guerra Mundial y el mundo que representa la novela se desarma para dar inicio al verdadero Siglo XX). El duelo del Sertón es de polleras y miedosos. A veces la vida vale más que el honor.
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El Duelo de Conrad es una novela muy entretenida. Trata sobre dos oficiales del Grande Armée. Por una razón bastante menor (Si ellos no la quieren dar a conocer yo no lo voy a hacer por ellos...), y la novela relata el devenir de los personajes entre las batallas de las guerras napoleonicas y sus duelos personajes (Algo que no estaba bien visto por Bonaparte, los duelos entre oficiales).
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Napoleón cae y se lo llevan a la isla, vuelve, Waterloo (Sunset). Y ellos siguen. Uno no quiere cesar en los duelos y el otro no tiene otra manera de escaparse de ellos. El honor cuenta y son oficiales. Pero no se baten cuando tienen diferentes rangos, puesto que no se puede.
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Hasta que Napoleón ya no existe más y ellos todavía siguen en Francia. Aunque el Imperio todavía dure en el corazón de uno de ellos, y el otro -el que me cae mejor, admito- se pudo posicionar en la vida de la República.
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Pero los caballos negros aparecen en el amanecer contra la tenue luz del sol. Esos jinetes le informan que el duelo tiene que llegar, y elijen las armas de fuegos en vez de las espadas. Dos disparos. En el bosque.
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El final es épico. La novela es muy divertida. Y los duelos son interesantísimos.
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Creo que en algunos lados la tradujeron Los Duelistas, lo que puede ser mucho más correcto. Yo tengo una versión de una editorial llamada Zig Zag (Libro chileno, raro, tengo pocos, este y La Guerra y la Paz), muy viejo, con el borde de las hojas rojas.
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Para terminar, en Suaznabar, hay un cuento sobre duelos.
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Javier dijo...

Què cierto que es esto... Si no fuera por vanidad, cuànto màs felices serìamos.

Un abrazo