Erdosain cierra los ojos. Un perfume, que no puede discernir si es de nardo o de clavel, riega la atmósfera de un misterioso embalsamamiento de fiesta.
El cielo verdea a lo lejos, mientras que la poco elevada oscuridad envuelve aún los troncos de los árboles. Erdosain frunce el ceño. De su espíritu se desprende vapores de recuerdo, neblinas doradas, rieles brillantes que se pierden en el campo de una tarde abovedada de sol. Y el rostro de la criatura, una carita pálida, de ojos verdosos y rulos negros, escapando debajo de su sombrerito de paño, se eleva de la superfice de su espíritu.
El cielo verdea a lo lejos, mientras que la poco elevada oscuridad envuelve aún los troncos de los árboles. Erdosain frunce el ceño. De su espíritu se desprende vapores de recuerdo, neblinas doradas, rieles brillantes que se pierden en el campo de una tarde abovedada de sol. Y el rostro de la criatura, una carita pálida, de ojos verdosos y rulos negros, escapando debajo de su sombrerito de paño, se eleva de la superfice de su espíritu.
Roberto Artl - Los Siete Locos.
3 comentarios:
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Luego de estar sin internet hace unos días en el trabajo (desde el martes, creo... por eso el cero abajo, porque después me dio fiaca hacerlo desde casa), acá volví.
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De su espíritu se desprende vapores de recuerdo. Hoy, sólo hoy, el recuerdo siempre es el mismo. Una figura desclaza alejándose, una camisa azul que se pierde en el recodo de la habitación, la figura que desparece. Luego que vuelve, de frente, con un sólo botón abrochado y esa camisa azul...
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De su espíritu se desprende vapores de recuerdo. Hay otro recuerdo, una percepción. El olor en el cuerpo, la lluvia y la noche. Orión y la luna esquiva en el cielo nocturno. La charla entre palabras que van y viene (más van). La respiración agitada, la televisión prendida en la pieza, la luz prendida en la pieza, la luz apagada en la pieza, las sábanas y el pijama de gasa, la cama y la remera. La luz se va a dormir y se duerme.
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De su espíritu se desprende vapores de recuerdo. Hoy a la noche lloverá, me pregunto. Leo a Conrad y leí a G. Greene. Citas de Conrad y de Greene habrá. Greene es como un viejo amigo, pero un amigo que nunca tuve. Nunca leí a Greene pero sus páginas eran como leer algo que había leído toda mi vida. Era un Dejà Vu (peek-a-boo), yo había leído ese libro mil veces, había leído esos libros toda mi juventud y mi adolescencia. Y ahí está el espionaje, pero bien escrito, con dilemas morales y trabajo de oficina.
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Un perfume, que no puede discernir si es tuyo o mío. Si es que tu aroma se impregno a mí o si es simplemente mi olor, un perfume tuyo o mío, riega la atmósfera de un misterioso embalsamamiento de fiesta.
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Todavía nadie dijo de dónde estaba sacando las citas, se pueden ganar la coca-cola de un litro y cuarto, todavía...
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Hay un problema con la tela.
Me perdí este concurso.
Me perdí la coca.
Quizás.
Besos
¡Vaaaaaamos Meeeeeeenem!
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