El corazón se me salía del pecho, como si hubiera estado llevando a cabo mi primera fechoría con algún cómplice de la talla del mismísimo Jean Genet: no se trataba sólo de estar actuando alevosamente; era que encima resultaba interesante. Pensar que al otro extremo de la línea había alguien haciéndose pasar por mí, mientras yo me hacía pasar por otro, me produjo una excitación tan tremenda, tan imprevista, tan carnavalesca, que ella seguramente basta para explicar el estúpido error que a continuación cometí.
- Soy Pierre Roget - Le dije, y nada más salir de mis labios tan cómodo nombre de batalla, que se me había ocurrido así, sin más, como surgido de la nada, me di cuenta de que la letras iniciales coincidían con las mías, y con las suyas, claro. Pero aún: era, convertido como por arte de magia, el nombre de un famosísimo lexicógrafo del siglo XVIII cuyo apellido, en inglés, es sinónimo de diccionario ideológico de la lengua. ¡Ni de eso me había dado cuenta! ¡Se me había ido a ocurrir el nombre de la máxima autoridad en sinónimos!
Philip Roth - Operación Shylock.