sábado, 3 de abril de 2010

CCLXXXVI. Pynchon.

Doblaron a la izquierda, casi en dirección norte. El agua comenzó a volverse un poco más profunda. Entraban en el Fairing`s Parish (la parroquia de Fairing), que recibiía su nombre de un cura que había vivido alli encima hacía años. Durante la Depresión de los años treinta, en una hora de bienestar apocalíptico, decidió que las ratas iban a apoderarse de Nueva York tras la muerte de la ciudad. En jornadas de dieciocho horas recorría las colas de los que esperaban recibir un trozo de pan y las instituciones religiosas de caridad, en las que ofrecía consuelo y remendaba las almas hechas jirones. No prevía sino una ciudad de cuerpos muertos de inanición que cubrirían las aceras y el césped de los parques, despanzurrados en las fuentes, colgados de las farolas con el cuello roto. La ciudad -quizá América, pero en su horizonte no se extenída tan lejos- pretenecería a las ratas antes de que finalizara el año. Siendo así, el padre Fairing pensó que o mejor era que se diera a las ratas una buena oportunidad: su conversión a la Iglesia Romana. Una noche, a comienzos del primer mandato de Roosevelt, bajó por el primer hueo de alcantarilla levando consigo un Catecismo de Baltimore, su breviario y, por razones que nadie pudo averiguar, un ejemplar del Arte de la navegación moderna de Knight. Lo primero que hizo, según sus diarios (que fueron descubiertos meses después de su muerte) fue echar una bendición eterna y unos cuantos exorcismos sobre todas las aguas que discurrían por los albañales entre Lexington y el East River y entre las calles Ochenta y seis y Setenta y nueve. Esa es la zona que se convirtió en Fairing`s Parish. Las bendiciones aseguraban un adecuado suministro de agua bendita, y también eliminaban el problema de los bautismos individuales cuando finalmente hubiera convertido a todas las ratas de la parroquia. Esperaba asimismo que otras ratas tuvieran conocimiento de lo que estaba ocurriendo en la parte superior del East Side y acudieran a convertirse también. En poco tiempo, el padre Fairing se habría convertido en el jefe espiritual de los herederos de la tierra. Consideró un sacrificio suficientemente menguado por parte de los roedores, que le proveyeran diariamente con tres mienbros de su especie para su mantemimiento físico, a cambio del alimento espiritual que él les proporcionaba.

Thomas Pynchon - V.

1 comentario:

La frontera entre China y París dijo...

Genial Pynchon!! Sus novelas son imprescindibles. Ha elegido para tu blog dos citas muy buenas, tanto la de V como la del Arco iris. Vineland también tiene momentos de grandeza y unos personajes inolvidables.
Saludos