A cada uno le están señalados sus días, breve e irreparable es para todos el plazo de la vida, pero alcanzar con grandes hechos fama duradera, obra es del valor.
¿EL DESTINO ES SIMPLEMENTE EL FINAL DEL VIAJE O ES EL CAMINO QUE HACEMOS AL ANDAR?
El destino era Villa la Angostura. Aunque el avión iba a bajar en Bariloche. Viaje en auto, tranquilo. Maravillados por el paisaje otoñal que se desplegaba frente a nuestros ojos azorados por la belleza del verde y del cielo celeste. Un año atrás. Un par de personas conformaban algo. Eran una pareja. Y ellos cuando estaban solos no eran más que medios de algo. Por eso no querían estar separados, sino que estaban casi siempre juntos. Porque así formaban el entero que deseaban ser. Por lo menos durante ese tiempo. La primera mañana ella lo despertó en la cama. Él no quiso que le llevé el desayuno hasta donde estaba, sino que fue con ella hasta la cocina. Lo que la enojo mucho. Una rabieta matinal. Sin embargo, mientras tomaba el café, él la miraba por arriba de los mapas mientras planificaba el día. Ella tomaba café y sacaba fotos, comían cada tanto alguna galletita. Él, en ese momento, se enamoró a más no poder de ella. Hasta el cielo, hasta las estrellas, hasta el infinito y más allá. Se dio cuenta que quería pasar la vida con ella. O por lo menos lo que pudiera pasar. Pensó en proponerle hablar en serio sobre la posibilidad de casarse. O del algo más, más que su noviazgo. Pero el miedo no lo hizo hablar. Un miedo a lo que está más allá de las narices de uno. Todos los días desde esa primera mañana hasta que llegaron pensó en maneras de iniciar a conversación. Como por ejemplo en el momento que volvían de San Martín de los Andes. Él dijo algo, pero ella estaba dormida. Sonrió, la amo eternamente en un instante, y dejó todo como estaba. Al rato ella se despertó y entre risas volvieron a la cabaña. Noches frías afueras, calientes adentro. Noches revoltosas en Buenos Aires, plácidas en la villa. El mundo se venía abajo y lo veían en la televisión; pero no importaba demasiado, se tenían el uno al otro. Al tiempo, al mes, a los dos meses. Ese entero se quebró, y las partes pasaron de ser medios, a ser un entero cada una por su parte. Al principio las huellas de la quebradura de ese medio se veían en los bordes, haciendo que cada vez que se veían (Aunque no eran más dos medios, que formaban un entero, sino dos enteros que, tal vez, si se simplificaban podrían volver a generar un entero nuevamente) sus partes quebradas se incrustaban perfectamente la una en la otra. Al tiempo esos bordes se fueron erosionando hasta transformarse en anónimos, o recuerdos de burbujas de cristal. Pero a él siempre le atormento ese momento, esa mañana o ese viaje, o esa tarde en el lago, o esa tarde nublada en Lago Puelo; esos momentos donde en la punta de la boca estaba la palabra "casamiento, vos, yo, algo más, te amo, vos sos, bla, bla, bla". Ahora él, desde su computadora, piensa en los destinos. Porque él terminó solo adelante de su pc, y ella estará estudiando lejos de él, haciendo su vida, mientras él intenta hacer la suya. Y piensa en qué hubiera pasado si el hubiera dicho eso. ¿Qué hubiera pasado? Y se pregunta qué es el destino. Si ya estaba todo escrito desde el primer momento que la beso en la escalera mecánica ese final. O si él tenía alguna posibilidad de haber dicho eso y sin embargo se la guardó. A veces piensa que haría tal o cual cosa, generándose una catarata de "What If"; pero piensa que las cosas fueron así por alguna razón. También piensa que tal vez tenía la chance de hablar sobre matrimonio, llegar a un sí, o algo así. Pero que el destino iba a encontrar la forma de generar lo mismo que vive hoy. Quiere pensar que no hay un camino, pero siente que el final siempre es el mismo. Piensa que a veces se puede elegir varios caminos, pero todos ellos llevan a Roma. Y siempre el final es lo mismo. Pero no sabe qué es el destino, y por eso siempre está en la punta de la lengua. Siempre piensa que tal vez sólo con un beso más que le hubiera dado, digamos el día de su aniversario, todo hubiera cambiando y él quizá ya tuviera tres hijos (Aunque físicamente es imposible, a menos que sea trillizos). Pero por lo demás, sabe que son meras suposiciones de su mente novelistica; porque todo es ficción. Su pasado y sus caminos. Hasta su presente escrito.
Incertidumbre, me gusta. Expectativa, me gusta. Vida sin pronósticos, me gusta. Me gusta lo impredecible, lo que no se sabe, lo que no se conoce, lo que no se puede averiguar aunque se quiera.
Hubo un tiempo que lo creí así. Justamente en las últimas semanas el destino y sus pormenores fue tema de tertulia de amigas. Ya no creo en el destino, porque sería optar por la opción más cómoda. Apoyo la otra cuestión, la de la acción. Sólo me falta actuar... ja.
Carbonero.
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Negro de cabeza a la cintura
El jean lleno de carbonilla
Se acerca al semi lleno de bultos
Apilados uno encima del otro
En una sucesión fínita de carbón.
Su ...
7 comentarios:
¿EL DESTINO ES SIMPLEMENTE EL FINAL DEL VIAJE O ES EL CAMINO QUE HACEMOS AL ANDAR?
El destino era Villa la Angostura. Aunque el avión iba a bajar en Bariloche. Viaje en auto, tranquilo. Maravillados por el paisaje otoñal que se desplegaba frente a nuestros ojos azorados por la belleza del verde y del cielo celeste.
Un año atrás. Un par de personas conformaban algo. Eran una pareja. Y ellos cuando estaban solos no eran más que medios de algo. Por eso no querían estar separados, sino que estaban casi siempre juntos. Porque así formaban el entero que deseaban ser.
Por lo menos durante ese tiempo.
La primera mañana ella lo despertó en la cama. Él no quiso que le llevé el desayuno hasta donde estaba, sino que fue con ella hasta la cocina. Lo que la enojo mucho. Una rabieta matinal. Sin embargo, mientras tomaba el café, él la miraba por arriba de los mapas mientras planificaba el día. Ella tomaba café y sacaba fotos, comían cada tanto alguna galletita.
Él, en ese momento, se enamoró a más no poder de ella. Hasta el cielo, hasta las estrellas, hasta el infinito y más allá. Se dio cuenta que quería pasar la vida con ella. O por lo menos lo que pudiera pasar. Pensó en proponerle hablar en serio sobre la posibilidad de casarse. O del algo más, más que su noviazgo. Pero el miedo no lo hizo hablar. Un miedo a lo que está más allá de las narices de uno.
Todos los días desde esa primera mañana hasta que llegaron pensó en maneras de iniciar a conversación. Como por ejemplo en el momento que volvían de San Martín de los Andes. Él dijo algo, pero ella estaba dormida. Sonrió, la amo eternamente en un instante, y dejó todo como estaba. Al rato ella se despertó y entre risas volvieron a la cabaña.
Noches frías afueras, calientes adentro. Noches revoltosas en Buenos Aires, plácidas en la villa. El mundo se venía abajo y lo veían en la televisión; pero no importaba demasiado, se tenían el uno al otro.
Al tiempo, al mes, a los dos meses. Ese entero se quebró, y las partes pasaron de ser medios, a ser un entero cada una por su parte. Al principio las huellas de la quebradura de ese medio se veían en los bordes, haciendo que cada vez que se veían (Aunque no eran más dos medios, que formaban un entero, sino dos enteros que, tal vez, si se simplificaban podrían volver a generar un entero nuevamente) sus partes quebradas se incrustaban perfectamente la una en la otra. Al tiempo esos bordes se fueron erosionando hasta transformarse en anónimos, o recuerdos de burbujas de cristal.
Pero a él siempre le atormento ese momento, esa mañana o ese viaje, o esa tarde en el lago, o esa tarde nublada en Lago Puelo; esos momentos donde en la punta de la boca estaba la palabra "casamiento, vos, yo, algo más, te amo, vos sos, bla, bla, bla".
Ahora él, desde su computadora, piensa en los destinos. Porque él terminó solo adelante de su pc, y ella estará estudiando lejos de él, haciendo su vida, mientras él intenta hacer la suya. Y piensa en qué hubiera pasado si el hubiera dicho eso.
¿Qué hubiera pasado? Y se pregunta qué es el destino. Si ya estaba todo escrito desde el primer momento que la beso en la escalera mecánica ese final. O si él tenía alguna posibilidad de haber dicho eso y sin embargo se la guardó.
A veces piensa que haría tal o cual cosa, generándose una catarata de "What If"; pero piensa que las cosas fueron así por alguna razón. También piensa que tal vez tenía la chance de hablar sobre matrimonio, llegar a un sí, o algo así. Pero que el destino iba a encontrar la forma de generar lo mismo que vive hoy. Quiere pensar que no hay un camino, pero siente que el final siempre es el mismo.
Piensa que a veces se puede elegir varios caminos, pero todos ellos llevan a Roma. Y siempre el final es lo mismo.
Pero no sabe qué es el destino, y por eso siempre está en la punta de la lengua. Siempre piensa que tal vez sólo con un beso más que le hubiera dado, digamos el día de su aniversario, todo hubiera cambiando y él quizá ya tuviera tres hijos (Aunque físicamente es imposible, a menos que sea trillizos).
Pero por lo demás, sabe que son meras suposiciones de su mente novelistica; porque todo es ficción. Su pasado y sus caminos. Hasta su presente escrito.
Incertidumbre, me gusta. Expectativa, me gusta. Vida sin pronósticos, me gusta. Me gusta lo impredecible, lo que no se sabe, lo que no se conoce, lo que no se puede averiguar aunque se quiera.
Saludos.
José Roberto Coppola
¿Todo está escrito, Don Virgilio?
Hubo un tiempo que lo creí así.
Justamente en las últimas semanas el destino y sus pormenores fue tema de tertulia de amigas.
Ya no creo en el destino, porque sería optar por la opción más cómoda.
Apoyo la otra cuestión, la de la acción. Sólo me falta actuar... ja.
:P
Un beso
La eterna lucha entre la causalidad y la casualidad. No dejemos todo librado al destino. Seamos protagonistas.
Abrazos
¿Valor de uso o valor de cambio?
abrazos
abrazos
abrazos
o intentos de
quizás algo de eso pueda burlar al destino.
o no
no sé
Me perturban esas palabras relativas
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