--- Este libro lo tengo en italiano. --- Lo empecé a leer en italiano de cararrota hace dos años. Dos años lejos, dos años luz -medida de distancia no tiempo.- --- Todavía lo estoy leyendo. Me faltan unas treinta y cuatro palabras, tal vez treinta y cinco si releo la última que leí. Pero no estoy nada seguro. --- La cita tiene una historia. Primero me la encontré en la calle y no le hable. Después la volví a ver, era moza en un bar de Palermo. Yo camino contento por Palermo porque sus calles son calidas. Por dos razones. A- Porque las mozas son bonitas y B- porque los restos tiene estufas afuera. Pero eso no viene al caso. Me senté y le pedí la recomendación de la casa, tal como lo haría mi padre. Y ella se fue. Volvió con la comida y se volvió a ir. Comí y me anime a invitarla a salir y ella me dijo: --- Cuando uno se está muriendo no tiene otra cosa que hacer que pensar en la muerte. Todo su organismo estaba entregado a la respiración. --- Me di cuenta que mi pregunta estuvo erronea. En vez de preguntarle si me consdería una cita, le tendría que haber dicho que quería verla en otro ambito y más romántico. --- Después leyendo a Piglia (Anecdota de anecdota, ayer, el crítico me contó una de Piglia con Bolaño, por Fogwill, y todo esto tiene más que ver con la anecdota de la anecdota que la anecdota misma, que ahora no la voy a contar yo) me enteré de esto. Qué me quiso decir. --- El menú del día era "perdiz al escabeche". Pero yo no la cazé. Ni me cacé con ella, pero comí perdiz. Y si hubiera sido "perdiz a la cazadora", quizá hubiera salido todo mejor. --- No la reconocí nunca porque yo la leí en italiano. Cabe aclarar que por más que la haya leído en italiano, yo italiano no leo, ni hablo. Aunque hablé con italianos, pero no es lo mismo. --- Después leí mi historia verídica en un taller de autobiografias. Me dijeron que era una buena novela. Y así me convertí en autor publicado. --- Y esa es mi historia de la cita. ---
La Partida
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La novela, de título *La Partida*, era la historia de unos cinco días de
Gregorio Astley, un hombre de cuarenta años, viviendo de las regalías de su
prime...
3 comentarios:
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Este libro lo tengo en italiano.
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Lo empecé a leer en italiano de cararrota hace dos años. Dos años lejos, dos años luz -medida de distancia no tiempo.-
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Todavía lo estoy leyendo. Me faltan unas treinta y cuatro palabras, tal vez treinta y cinco si releo la última que leí. Pero no estoy nada seguro.
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La cita tiene una historia. Primero me la encontré en la calle y no le hable. Después la volví a ver, era moza en un bar de Palermo. Yo camino contento por Palermo porque sus calles son calidas. Por dos razones. A- Porque las mozas son bonitas y B- porque los restos tiene estufas afuera. Pero eso no viene al caso. Me senté y le pedí la recomendación de la casa, tal como lo haría mi padre. Y ella se fue. Volvió con la comida y se volvió a ir. Comí y me anime a invitarla a salir y ella me dijo:
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Cuando uno se está muriendo no tiene otra cosa que hacer que pensar en la muerte. Todo su organismo estaba entregado a la respiración.
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Me di cuenta que mi pregunta estuvo erronea. En vez de preguntarle si me consdería una cita, le tendría que haber dicho que quería verla en otro ambito y más romántico.
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Después leyendo a Piglia (Anecdota de anecdota, ayer, el crítico me contó una de Piglia con Bolaño, por Fogwill, y todo esto tiene más que ver con la anecdota de la anecdota que la anecdota misma, que ahora no la voy a contar yo) me enteré de esto. Qué me quiso decir.
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El menú del día era "perdiz al escabeche". Pero yo no la cazé. Ni me cacé con ella, pero comí perdiz. Y si hubiera sido "perdiz a la cazadora", quizá hubiera salido todo mejor.
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No la reconocí nunca porque yo la leí en italiano. Cabe aclarar que por más que la haya leído en italiano, yo italiano no leo, ni hablo. Aunque hablé con italianos, pero no es lo mismo.
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Después leí mi historia verídica en un taller de autobiografias. Me dijeron que era una buena novela. Y así me convertí en autor publicado.
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Y esa es mi historia de la cita.
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fuerte.
Otra traducción:
Cuando alguien está muriendo, tiene otras cosas que hacer que pensar en la muerte. Todo su organismo estaba dedicado a respirar.
p. 127, editorial Crítica.
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